domingo, 30 de agosto de 2015

Luna llena en noche oscura

¡Qué difícil es la vida cuando ya ha pasado tu fecha de caducidad! Me dijo mi amigo Frank el último día en que nos vimos. Estábamos tomándonos una copa en el Savoy. La moda de los Gin Tónic había hecho estragos en los maceteros de la puerta y nosotros decidimos por algo más clásico. Un güisqui con hielo. Pero el mío a temperatura ambiente, ya que el agua, aunque sea congelada, no le sienta bien a un escocés de más de 12 años.

Pues sí. Cuando las luces están a media luz y los párpados a mitad de su recorrido es el momento ideal para la trascendencia. A Frank le habían desahuciado varias veces las mafias del reverso más tenebroso de la cuidad y había salido siempre indemne. No así algunos de los ejecutores, que o acabaron en el hospital o en el trullo. Se había ido librando de todo con un poco de suerte y con mucho trabajo para tener controlados a sus enemigos, sobre todo dentro del cuerpo desde que pasó a pertenecer a asuntos internos.

Siempre había sido un buen defensor de la ley, pero ahora la vida parecía que le reservaba una nueva sorpresa. El médico le había dicho que tanto luchar contra los malos, su sangre se le había vuelto en contra y ahora luchaba contra si mismo. Una gran paradoja de la vida. A él, que siempre había sido un policía vocacional, su propia policía corporal se le había vuelto en contra. La leucemia le había dado un abrazo profundo como para recordarlo que la vida tiene fecha de caducidad. Pero él estaba dispuesto a transformarla en "consumo preferente". No quería que la vida se le escapase de las manos sin poder dejar ciertas cosas resueltas. Ya no quedaba tiempo para formar una familia. Había dedicado toda su vida a la defensa de la ley. Pero quedaba tiempo para disfrutar un poco de la compañía de sus amigos.

Y ahora necesita consejo de otro solitario como yo. ¿Qué hacer cuando te aferras a la vida con ternura cuando siempre has tratado la sociedad con la metáfora práctica de un hormiguero? Le había dado a la comunidad toda su existencia y ahora lo que necesitaba era un "mimo" de alguno o alguna de sus miembros.

Y la vida le había dado una prórroga que él sospechaba tan sutil como aquellas que terminaban con el "gol de oro". Ahora solo esperaba poder marcar para que su vida, que no había sido inútil fuese completa.

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