martes, 3 de noviembre de 2015

La noche oscura de Octubre

Aquella noche en el Savoy, entre el humo de los habanos, restos del último alijo anterior a la revolución, un viejo amigo me dijo: Bueno, Vin, disfruta ahora del aroma de aquellos tiempos, porque mañana no sabremos si nuestro despertar será sosegado.

Aquello me dejó intrigado. Nunca una una noche de brumas y vapores etílicos con aroma a roble francés podría acabar mal. En todo caso con el coro de la iglesia baptista al completo alabando al Todopoderoso dentro de nuestra cabeza.

Pero la vida era así de dura. Un día te tomabas un buen escocés con un amigo y al día siguiente con su viuda para consolarla.
Nunca llegué a comprender lo que Ralph me dijo aquella noche. Solo sé que de su vida insana pronto dejé de tener noticias. Era como si se lo hubiera tragado la tierra. Y casi fue así, porque al cabo de algún tiempo, en el Savoy me contaron que aquella noche al salir para su casa se coló por una alcantarilla en obras y que fue rescatado por los miembros del coro de la iglesia.

Aquello fue como una luz y desde entonces no hace otra cosa que recorrer todo el estado cantando y predicando. Tiene que ser gracioso ver un coro de negros cantar y en medio de ellos a un blanco escuálido que al menos toca las palmas.

Me alegro por él. Y por su madre. Ya no tiene que preocuparse cuando llega tarde por las noches a casa. Sabe de sobra que el pequeño de la casa, a sus 57 años ha encontrado por fin un sentido a su existencia.

Mientras tanto nosotros seguiremos en la oscuridad del Savoy. Un antro lleno de vida y de muerte, pero eso es la gracia de la existencia. Sin la una no existe la otra, aunque se haga más pesada en las noches sin Luna de Octubre. 

domingo, 30 de agosto de 2015

Luna llena en noche oscura

¡Qué difícil es la vida cuando ya ha pasado tu fecha de caducidad! Me dijo mi amigo Frank el último día en que nos vimos. Estábamos tomándonos una copa en el Savoy. La moda de los Gin Tónic había hecho estragos en los maceteros de la puerta y nosotros decidimos por algo más clásico. Un güisqui con hielo. Pero el mío a temperatura ambiente, ya que el agua, aunque sea congelada, no le sienta bien a un escocés de más de 12 años.

Pues sí. Cuando las luces están a media luz y los párpados a mitad de su recorrido es el momento ideal para la trascendencia. A Frank le habían desahuciado varias veces las mafias del reverso más tenebroso de la cuidad y había salido siempre indemne. No así algunos de los ejecutores, que o acabaron en el hospital o en el trullo. Se había ido librando de todo con un poco de suerte y con mucho trabajo para tener controlados a sus enemigos, sobre todo dentro del cuerpo desde que pasó a pertenecer a asuntos internos.

Siempre había sido un buen defensor de la ley, pero ahora la vida parecía que le reservaba una nueva sorpresa. El médico le había dicho que tanto luchar contra los malos, su sangre se le había vuelto en contra y ahora luchaba contra si mismo. Una gran paradoja de la vida. A él, que siempre había sido un policía vocacional, su propia policía corporal se le había vuelto en contra. La leucemia le había dado un abrazo profundo como para recordarlo que la vida tiene fecha de caducidad. Pero él estaba dispuesto a transformarla en "consumo preferente". No quería que la vida se le escapase de las manos sin poder dejar ciertas cosas resueltas. Ya no quedaba tiempo para formar una familia. Había dedicado toda su vida a la defensa de la ley. Pero quedaba tiempo para disfrutar un poco de la compañía de sus amigos.

Y ahora necesita consejo de otro solitario como yo. ¿Qué hacer cuando te aferras a la vida con ternura cuando siempre has tratado la sociedad con la metáfora práctica de un hormiguero? Le había dado a la comunidad toda su existencia y ahora lo que necesitaba era un "mimo" de alguno o alguna de sus miembros.

Y la vida le había dado una prórroga que él sospechaba tan sutil como aquellas que terminaban con el "gol de oro". Ahora solo esperaba poder marcar para que su vida, que no había sido inútil fuese completa.

lunes, 24 de agosto de 2015

Camino del Savoy

Aquella noche, cuando me acercaba al Savoy, un tipo alto y enjuto, como el Quijote sin caballo se acercó a mi.

- ¿Tiene usted fuego, por favor?

Y sin mediar palabra me agarró del brazo y me enseñó su cartera en la que a duras penas pude vislumbrar una placa metálica. Yo diría que este tipo es policía, pensé, así que será mejor no oponer resistencia, no vaya a ser que me encuentre con lo que no me espero.

Nos metimos en un callejón donde nos dimos de bruces con otros dos tipos más. Efectivamente, el primero era policía, ya que a los otros dos los conocía de mis viejas andanzas por la jefatura.

- ¿En qué andas metido Vini? - me soltó el más gordo de los dos antes de decir buenas noches.

- Buenas noches Lou. Ya sabes que mis asuntos son confidenciales. En eso se basa el éxito de mi trabajo. Una investigación privada deja de serlo cuando lo conocen más de dos. Pero te prometo que cuando lo tenga todo atado tú serás de los primeros en saberlo y no será por la prensa.

Pareció que la respuesta no le convenció, pero precisamente esas actitudes son la que demuestran cuando un sabueso se encuentra tan resfriado como una perdiz en Navidades.

A partir de este momento no me preocupé. Lou no era un mal chico. Simplemente le robé varias novias de joven y siempre decía que un buen perdiguero perdía su olfato cuando metía las narices en un frasco de Channel nº 5. Lo afirmaba por despecho masculino, pero nos apreciábamos desde que siendo niños jugábamos a la pelota en el barrio y cuando él la colgaba en alguna terraza, yo tenía que ir a rescatarla poniendo mi mejor cara a la inquilina del piso.

¡Ay si en vez de ir yo hubiera ido él! Ahora sabría planchar sus arrugados pantalones y convencer a las mujeres de las bondades del ser humano. Aunque a ambos el futuro nos guardó más bien perseguir los desatinos. Aunque a cada uno con distinta suerte. A mi me fue mejor con las mujeres y él estuvo más atinado estudiando el acceso a la academia de policía.

Pero, "se la vie". Como le dije una vez: "Nunca hay que perder una oportunidad de buscar una pelota, porque en la vida puedes encontrar una maestra donde menos te lo esperes".